Su semblante es una obra maestra, una composición etérea pintada por las manos de lo divino. Un halo de luz parece rodearla, proyectando un resplandor suave y radiante que la baña en un aura de otro mundo. Sus facciones son exquisitamente delicadas, como la porcelana más fina esculpida por el toque amoroso de un artista.
Sus ojos, como charcos de aguas cristalinas, poseen una profundidad que invita a sumergirse en sus profundidades. Dentro de ellos, se encuentra un universo de sabiduría, compasión e inocencia, reflejado por el centelleo de las estrellas en una noche clara e iluminada por la luna. Transmiten una sensación de serenidad que puede calmar las tormentas más turbulentas del alma.